Silvio, Sabina; ésta noche II

Sí.
Es otro texto rebuscado, de esos de doble lectura, de esos de "qué bien escribes", de esos momentos desnudos. O desnudo, mejor dicho.
Ha de detenerse, por tanto, todo aquél falto de tiempo o de interés o de ambos.

Ésta vez no es tan urgente mi enajenamiento. Ni hay un corazón en llamas ni llamo a quien me pueda ayudar, pero si quiero rescatar (y con rescatar, entiéndase recordar; salvar del olvido) más de un par de cosas que se han sucitado en mi diario y de no quedar plasmadas acá, habrían de morir. Y no lo merecen.

En éstos días se me juzga por callar, porque el silencio es complicidad, porque el que calla otorga, porque seguramente algo escondo. Mi seriedad se ha derivado de un reencuentro con mi vida. A la par se me ha juzgado por hablar de más, porque tanta voz ya es jactancia, porque un argumento como el mío, solo provoca debate. Mi extroversión se ha derivado de un reencuentro con mi vida.
Pido que no me miren bien, pido que no me miren mal; no me miren que no estoy.

Reencontrarme con mi vida fue de ese tipo de descubrimientos "inesperados" que me gustan.
Hay una frase que adoro y con la cual coincido a mas no poder; -Si uno no espera lo inesperado, jamás nos daremos cuenta de lo maravilloso que es cuando pasa-. Fue de esa clase de sorpresas. Lo esperaba, lo anhelaba, y llegó y -de todos modos- me fue sorpresivo.

Sucede que ahora tengo a una ex-novia que llora amargamente y me reclama a viva voz porque no quise volver con ella. Ah sí. Me pidió regresar, ella. Disculpen el error cronológico. Dije que no. Tenía (tengo) como mil motivos para no regresar, pero con solo uno me basta; terminamos porque no le dedicaba tiempo, y hoy, menos que nunca, tengo tiempo. Sería volver a volver a pelear. Sería terminar con ésta paz para terminar nuevamente, al final.
Y es raro, porque acá mismo quedó plasmado como me dolía el fin, y como habría cambiado tantas cosas por volver a ser lo que fuimos. Cuantas veces hubiera dado la vida entera porque tu me pidieras llevarte el equipaje, pero ahora es demasiado tarde, princesa.
Ahora yo soy el malo. Yo rechacé (y sigo rechazando) un corazón bueno que solo quiere darme amor. No daré ni siquiera un argumento de defensa. Cualquier persona con inteligencia básica entenderá porque no siento culpa. Cuando escriban la vida los buenos -al final, vencedores-, se sabrá que no usamos veneno como aroma de flores. No he engañado a nadie. Y por practicar la verdad jamás he de sentirme culpable.

Regresé a la escuela y eso es parte del reencuentro con mi vida.
Sin pena ni gloria... bah. Miento. Con más gloria que pena. Será el fin (casi inevitable) de ésta etapa de mi vida o quizás el entusiasmo de ingresar a una madurez palpable o tal vez mi buen momento en el ámbito futbolístico... ¿Qué se yo?. El punto es que llegué a volver a sentirme yo. Por un momento, Iván quedó volando entré un puente inexistente de lo que fue y de lo que quería ser. Hoy soy.
Me autocitaré, para explicar un poco ese sentimiento que menciono. Decía en una poesía mía "Habemos amantes del recuerdo, porque hoy no hay a quien amar, y del mañana se sabe un infierno". Mejor explicación, no tengo...

Frida.
Ella es una chica -y tomen eso de chica como algo literal- que se volvió casi de la noche a la mañana, en una parte maravillosa de mi vida. No se entusiasme, lector; así como ascendió de rápido, parece desvanecerse. Hubo magia y amor y amistad. Y prisa, además y de más.
Quizá yo le sumé importancia que aún no le correspondía, o ella se pasó de dulce, pero mi emoción de conocerla es aún sorpresiva.
En un par de semanas encontré en ella la amistad que me hacía falta para asumir los momentos dificiles que vivía. Era una amistad con ansias de derrotarlo todo, casi de película.
Jamás creyó que se adentraría tanto en mi historia, y ahora que queremos seguir para ver hasta donde podríamos llegar, el tiempo no me da tiempo. Siempre hay un impedimento para llegar a ella, o ella a mí. Siempre hay un "ya me voy" o un "hoy no"... solo espero que nunca haya un "ya no".
Y es que es extraordinario. Yo nunca había deseado conocer tanto a alguien, como a Frida. Cada charla era un antojo de seguir charlando mañana. Yo quería llegar más lejos. Hablo de una amistad enorme, otra vez, de película. De esas en las que si a uno le preguntas el color preferido del otro, lo sabrá y con suerte, hasta podrá decirte porque es su preferido. Y miren que es arriesgado confesar tanto sentir, viendo como los muebles, el perro y millones de ojos, están como siempre esperando mi vuelta, atentos a ver cual es el siguiente paso... a ver donde tropiezo.

Total. Como dije, por ahora no hay tiempo de nada, y por tanto mis ganas se quedan -también- en nada. Ya parece ser destino que mis relaciones -de todo tipo- terminen por designio de una tercera cosa. Aunque no creo en el destino. Cuando me hablan del destino cambio de conversación.
Me parece una barrera humana que el mismo humano hizo. Es el pretexto perfecto cuando las cosas ya no salen, sí, pero es su enemigo mortal y peor, cuando las cosas están saliendo de maravilla. Es, a fin de cuentas, una cuerda que nos ata a la memoria del pasado y nos quiere hacer ver cierta relación entre el ayer y el hoy, para espantarnos del mañana.
Yo no sé... como si nos faltaran cadenas, como si nos sobraran las cenas, como si diera dicha el dolor...

Por último mencionaré a otra parte fundamental del reencuentro conmigo.
Tuve otra relación de amistad (casi de algo más) que terminó por orden de la otra persona. Hace no sé que tiempo ya. Jamás se juzgó el fin, ni ella pensó en que pensaría yo, ni yo pregunté porque ya no. Simplemente se quedó en el cajón de los momentos inolvidables.
La vida (y con "la vida" entiéndase Dios, el destino o cualquier otra variante en que usted, lector, crea) me puso ante ella nuevamente. Siendo sinceros ya nos había puesto de frente otras cuantas veces, pero jamás con mi mirada de regresión. Y hubo regresión. Y hubo charla maravillosa y silencio a cuentagotas y risas sonoras y recuerdos que se vertieron en nosotros. Y de más está decir, que aceptamos esos recuerdos con los brazos abiertos.
Ivette fue mi mejor amiga por 3 o 4 años... Se dejó en "pendiente" nuestra amistad, siempre, porque había otro montón de cosas que hacer. Ahora que los reencuentros se pusieron de moda, pudiése morir por retomar esa amistad inconclusa. Lo bueno acá es que no es necesario morir. Basta con luchar y buscar nuevamente esa magia que nos tuvo atados... no será tan complicado. Su sonrisa al mirarnos y su risa al charlar, me muestran cierta complicidad...

Me retiro. Para decir condios a los dos nos sobran los motivos. Tanto a mi como a usted, lector.
De todo corazón deseo que todos vivan un reencuentro consigo mismos, incluso aunque no crean estar pérdidos... siempre hay algo que olvidamos en el pasado y que aún es posible recuperar.
Yo ahora, gracias a eso, me cargo una sonrisa casi permanente, tengo un puñado de sueños que ya no me caben en la mente y me siento con ganas de afrontar al futuro...

Ahora que estoy mas vivo de lo que estoy...