Un paso más o un paso menos, no sé bien, pero ya se dio.
Hoy fue la misa de graduación que resultó más poblada de lo que llegué a pensar y fue más graduación que misa, no sé si me explique.
La serie de fotos del final, digna de carpeta roja, me ha dejado atarantado. O quizás fue algo así como tristeza natural de despedida. Aunque no creo; me habría dado antes.
Digamos que hubo dos flashazos que me dejaron entre ciego y mareado. Uno cuando ella no volteó y luego volteó para decir "Adiós". Y el otro cuando aquella morena de voz hermosa, a la que nunca aprecié como debí haber hecho, se atoró en mis brazos y soltó dos lágrimas tan dulces como su canto.
Así llego a casa confundido. Con ese sabor (que ya conocía) de decirme "Estúpido, amaste a quien no era".
Lo cual me hace recordar mi entrada anterior y los comentarios de la misma. Uno no se rinde o se decide más, en mi situación. Uno no se levanta diciendo "hoy no le hablo" o "esta vez la convenzo". Está en sus manos todo. Está en sus manos mi sonrisa según lo que la suya quiera. Aprendí que el ritmo, el avance, el retroceso y el logro, están, todos, amarrados a lo que ella desee. Porque el día que yo me despierto con el "Te amo" más dulce en la boca, ella se despierta con la boca maldiciendo la mañana. El día que yo me doy cuenta que no la tendré jamás, ella me quiere, más que nunca, me quiere.
Así como hoy, cuando quise darle el abrazo más puro y sincero que me reconociera, y ella tenía prisa por otro abrazo, de otro ser, de otro día.
No me he cansado de luchar porque lucho para eso, precisamente, para no cansarme...
Felicidades a los graduados. No sé si el festejo es hoy o mañana o cuando sean profesionistas... sólo pido disculpas por el abrazo que le debo al que le deba. Ya sé que busco abrazar a la persona equivocada, casi siempre. Ya sé.
Iván